En los últimos meses, Twitter ha sido testigo de un debate de
intensidad creciente sobre el futuro de la política de garantía de rentas en
España. Consciente de la importancia de este debate, Pau Marí-Klose propuso
reunir a sus protagonistas en un Seminario, de contenido y diseño informal,
para profundizar en las principales cuestiones a contemplar. Con la asistencia
de algunos de los principales especialistas en programas de garantía de
ingresos, representantes de EAPN y FOESSA, así como de algunos miembros de
partidos políticos y de instituciones autonómicas (Euskadi, Navarra y Aragón),
el Seminario se convirtió en un interesante foro de reflexión y de contraste de
opiniones.
En caso de poder disponer de las conclusiones de otros de
los participantes en el encuentro de Zaragoza, el blog irá recogiendo información
complementaria sobre el encuentro. Por ahora, recogemos la reflexión que
realiza Luis Sanzo tras el Seminario.
Las principales tesis de Luis Sanzo
en el contexto del debate en curso:
Parte 1: Un reto y una oportunidad: garantizar a toda la población el
derecho a la existencia
El contexto político,
económico y social que se vive en España permite pensar que nuestra sociedad tiene
la oportunidad de empezar a superar los límites históricos a los que se ha
enfrentado el sistema de protección social. Desaprovechar esta oportunidad
constituiría un verdadero error histórico. Dejaría sin resolver una situación
que ha permitido que persistiera la pobreza como realidad estructural que ha
afectado a una parte, minoritaria pero significativa, de la población residente
en España durante prácticamente todo el periodo posterior a la Constitución de
1978. Por esa razón, la oportunidad que se presenta se perfila también como un
reto para quienes apuestan por un efectivo cambio en el diseño de la política
social.
La propuesta
de reforma de nuestro sistema de protección social puede resumirse en un único y
simple objetivo general: garantizar una protección económica mínima pero
suficiente a toda la población, sin excepciones. Esta protección debe así extenderse
a los grupos tradicionalmente excluidos, incluida la población extranjera que
se encuentre en situación irregular dentro de nuestro país. Se puede debatir
acerca de la forma de llegar a consolidar este objetivo, e incluso pensar en
diferentes instrumentos para acercarnos a él en función del tipo de población
(la inmigración sin permiso de residencia, por ejemplo). Pero convendría
aceptar el principio de la universalidad en la protección. No dejar a nadie al
margen en aspectos que afecten al derecho a la existencia resulta fundamental.
Los datos
avalan la conveniencia de esta política. Muestran, por una parte, que las
comunidades autónomas que con mayor decisión han actuado en el ámbito de las
políticas de garantía de ingresos han alcanzado buenos resultados comparativos
en los indicadores más estructurales ligados a la medición del impacto de la pobreza
a largo plazo. La capacidad para hacer frente a gastos imprevistos constituye,
en este contexto, un interesante indicador de la capacidad de un determinado
modelo social para garantizar una mínima seguridad económica a su población.
Al analizar
la evolución de este indicador de inseguridad económica durante el periodo de
crisis, tres aspectos merecen ser destacados. En primer lugar, los datos medios
del periodo 2013-2014 muestran una notable distancia entre las distintas
comunidades autónomas en la proporción de población en hogares sin capacidad
para hacer frente a gastos extraordinarios. En diez comunidades autónomas,
incluidas la Comunidad Valenciana, Cataluña y la Comunidad de Madrid, el
porcentaje de personas en hogares sin una mínima seguridad económica resulta
cercano o superior al 35%. Este porcentaje supera el 40% en Extremadura y en las
comunidades del área nororiental (Baleares, Comunidad Valenciana y Cataluña) y
franquea incluso niveles del 50% en Murcia, Andalucía y Canarias. La proporción
de personas afectadas se sitúa en torno al 30% en Cantabria, Aragón y La Rioja,
reduciéndose a niveles del 26-27% en Castilla-León y Asturias. En una posición opuesta
al de la mayor parte de las regiones del sur y del noreste, el indicador alcanza
un mínimo cercano al 22% en el País Vasco y Navarra.
Estas cifras
no sólo muestran las profundas diferencias existentes entre las distintas
comunidades autónomas, en sus indicadores de garantía de seguridad económica a
medio plazo, sino las existentes entre las que tradicionalmente han liderado el
progreso económico en España. El indicador del País Vasco, por ejemplo, es en
2013-2014 23,2 puntos inferior al de la Comunidad Valenciana, 18,4 al de
Cataluña y 16,3 al de la Comunidad de Madrid. Las cifras indican también una
posición mucho más favorable en el indicador de las comunidades autónomas que
más han apostado por la política de rentas mínimas en España, entre ellas País
Vasco, Navarra, Asturias y Castilla y León.
Fuente:
INE y Eurostat.
Los datos de los mejores países UE hacen referencia al
indicador conjunto de los siguientes Estados: Austria, Bélgica, Países Bajos,
Dinamarca, Suecia y Finlandia. En este caso, el dato del último periodo es de
2013 al no disponerse de información de 2014 para todos los países considerados.
Se observa, en segundo lugar, que la mayor parte de las
comunidades autónomas españolas se alejan de forma llamativa de los niveles del
indicador conjunto de los países socialmente más desarrollados de la Unión
Europea (Austria, Bélgica, Países Bajos y los tres escandinavos). Sin embargo, tres
de esas comunidades autónomas, precisamente las más comprometidas con las
políticas de garantía de ingresos, se sitúan en niveles que no superan en más
de 3 puntos el indicador conjunto de inseguridad económica de esos países. Esta
posición caracteriza a Asturias, Navarra y País Vasco. En estas dos últimas
comunidades, el nivel resulta incluso algo más bajo que el indicador conjunto
del grupo de estados europeos considerados.
En tercer lugar, se detecta una evidente correlación entre
la posición de cada comunidad autónoma en el periodo 2013-2014 y el nivel de
deterioro del indicador durante el periodo de crisis, con un incremento medio
de 12 puntos en el porcentaje de personas en hogares sin capacidad para hacer
frente a gastos extraordinarios en el conjunto de España. En 2007/2008, un 30,4%
de la población vivía en hogares que no podían hacer frente a gastos
imprevistos, una proporción que aumenta a 42,4% en 2013/2014.
En doce comunidades, el incremento observado es superior a
10 puntos, situándose entre 7,1 y 9,3 puntos en tres de ellas. El aumento se
limita sin embargo a niveles de 3,3 a 5,2 puntos en Castilla-León, Asturias,
Navarra y País Vasco. Si se analiza la dinámica del País Vasco, la comunidad
que más ha apostado por una política de garantía de ingresos, el aumento del
indicador es el más bajo de España. En este territorio, el indicador repunta
durante la crisis en apenas 3,3 puntos, lo que contrasta con el incremento
observado en comunidades de dinámica históricamente similar pero con escaso
desarrollo de las Rentas Mínimas: 8,1 puntos en la Comunidad de Madrid, a pesar
de su centralidad económica en España, 12,7 en Cataluña y 15,7 en la Comunidad
Valenciana.
Los datos
presentados avalan sin duda la tesis de que la apuesta por una política
mínimamente ambiciosa de garantía de ingresos ha tenido un impacto
verdaderamente decisivo a largo plazo en algunas de las comunidades autónomas
del Estado, explicando las profundas diferencias existentes en España en los
indicadores autonómicos de pobreza. Mientras en algunas comunidades la crisis
ha empeorado de forma drástica la situación, y las ha alejados de los
indicadores sociales de los países socialmente más desarrollados de la UE, en
otras no se ha alterado la cercanía fundamental respecto a esos países.
Pero la defensa
de una política de garantía de ingresos no se relaciona únicamente con una
apuesta a largo plazo de contención de la pobreza y de garantía a toda la
población de una suficiente seguridad económica. La crisis ha puesto de
manifiesto que, a corto plazo, esta política es imprescindible para enfrentarse
a algunos de los más graves problemas vinculados a la pobreza, entre ellos los
relacionados con la cobertura de las necesidades de alimentación. Aunque en la
mayoría de los casos el tipo de pobreza que afecta a España no es propio de las
situaciones de miseria que habitualmente se vinculan a este fenómeno social, no
debe infravalorarse el impacto en nuestro país de las problemáticas más
extremas asociadas a la pobreza.
En lo
relativo a los problemas de alimentación, la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV)
sitúa de hecho en un 3,3% el porcentaje de personas que no pueden permitirse en
2014 una comida de carne, pollo o pescado al menos cada dos días. En términos
absolutos, esta cifra nos habla de una problemática muy grave que afecta a
alrededor de un 1,5 millones de personas en España.
El impacto de
los problemas de alimentación es sin embargo bastante mayor de lo que reflejan
los indicadores de la ECV. El País Vasco dispone de un sistema estadístico que
permite conocer con algo mayor precisión el impacto de la problemática de las
carencias de alimentación. Por una parte, en esta comunidad autónoma la muestra
de viviendas que permite medir el impacto de los problemas de pobreza incluye
una sub-muestra de población en especial situación de riesgo, la población
beneficiaria del sistema de Rentas Mínimas (alrededor de un 7% de la población
vasca). Por otra, el instrumento de medición de los problemas de alimentación
tiene en cuenta varios indicadores parciales que, considerados en una
perspectiva a medio plazo (que tiene en cuenta lo ocurrido en el último año),
permiten acercarse de forma más matizadas a las distintas problemáticas
existentes en el acceso a una alimentación suficiente, adecuada y segura.
La principal
conclusión es que, en Euskadi, hasta un 4,6% de la población había
experimentado en algún momento del año problemas graves de alimentación en 2014,
un porcentaje que se reducía al 2,9% al considerar en exclusiva los problemas
muy graves y al 1,2% al tener en cuenta a las personas en hogares donde se había
experimentado en algún momento del año la sensación de hambre. Se trata, en
todo caso, de porcentajes significativos que en el conjunto de España
resultarán sin duda bastante superiores (en 2014, el indicador UE de no acceso
a una pobreza proteínica era de 1,6% en el País Vasco por 3,3% en España).
Los sondeos
del Pew Research Center confirman las tendencias que señalan las estadísticas
del País Vasco. Una de las preguntas contenidas en esos sondeos, aplicada
también a España en distintos momentos, recoge el impacto de las situaciones en
las que, en algún momento del último año, las personas han carecido de dinero
suficiente para comprar alimentos necesitados por la familia. Se constata que
la proporción de personas en esta situación aumenta en España de alrededor del
8% en 2007 al 14% en 2013.
Por tanto, los
problemas ligados a las dificultades de acceso a la alimentación tienen en
España un impacto superior a lo que se considera habitualmente. Aunque este
impacto queda lejos de los niveles todavía dominantes en países como Brasil o
Argentina, la evolución comparada muestra además una tendencia negativa,
alcista en España y a la caída en estos grandes países sudamericanos (de 38 a
22% entre 2002 y 2013 en Argentina, por ejemplo). Lo mismo sucede en el país
más representativo del bloque oriental de la UE, Polonia, con una reducción del
35 al 16% entre 2002 y 2013. En contraste con lo que se observa también en
Alemania e Italia, España sigue el preocupante camino de países como el Reino
Unido y Estados Unidos, caracterizados por un notable deterioro entre 2007 y
2013 de los indicadores de seguridad en el acceso a la alimentación.
Es cierto que
los programas de garantía de ingresos en España no han sido sometidos a una
profunda evaluación de sus resultados pero la información presentada hasta
ahora aporta suficiente evidencia empírica para sostener dos ideas
fundamentales. Por un lado, los programas de garantía de ingresos introducidos
en España han colocado a las comunidades autónomas que los han desarrollado con
mayor intensidad en una posición comparativamente ventajosa, no sólo en el
contexto español sino incluso en el ámbito europeo. Por otro, la pobreza que se
ha vivido en España durante el periodo de crisis, y que aún se vive en el
momento actual, tiene algunos rasgos propios de las situaciones más graves
relacionadas con la experiencia de este fenómeno. Aunque esta realidad trata de
ocultarse por la propia población afectada, en gran medida para evitar procesos
de estigmatización social, no por ello tiene menor relevancia.
Resulta por
tanto necesario actuar en el conjunto de España para garantizar una suficiente
cobertura de las necesidades básicas para toda la población. Y esa necesidad de
actuar debe abordarse con urgencia. No hacerlo sería perder de nuevo la
oportunidad de avanzar hacia una sociedad más justa y más próspera. Es el reto
al que se enfrenta en estos momentos nuestra sociedad.
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