lunes, 9 de marzo de 2015

¿Por qué es preferible garantizar el derecho a la renta en vez de garantizar el derecho al trabajo? (II)

En un artículo anterior vimos que la mayoría de las personas no vive de su trabajo sino de transferencias de renta, ya sea de sus familiares o del Estado. También vimos que históricamente el pleno empleo ha sido más la excepción que la regla. Sin embargo, las ideologías políticas que han dominado la política europea durante el siglo XX (democratacristianos, liberales, conservadores, socialistas y comunistas) tienen en común la glorificación del empleo remunerado y continúan mitificando el pleno empleo como el mejor medio para lograr una distribución más equitativa de la renta. Consecuentemente, para combatir los fenómenos de la pobreza y la desigualdad excesiva siguen proponiendo políticas basadas esencialmente en "crear empleo" a cualquier precio, y para ello no les importa culpabilizar de su condición a los pobres y a quienes no tienen empleo. Después de varias décadas  implantando  "reformas estructurales y políticas activas orientadas a mejorar el empleo" sólo han conseguido degradar las condiciones de trabajo en Europa. En los mejores casos, han conseguido mantener el empleo (en países como Alemania que se presenta a sí misma como modelo), pero a costa de incrementar la precariedad de parte del empleo, un incremento en la desigualdad y de exportar parte de la carga de sus errores a otros países del sur de Europa. ¿No deberíamos empezar a pensar que estas políticas no han sido precisamente las mejores posibles? ¿Y si el Estado, en vez de tratar de asegurar que todo el mundo tenga un trabajo, tratase de garantizar sencillamente que todo el mundo tenga una renta, tanto si trabaja como si no?
El 2% de los trabajadores pueden producir todos los alimentos

Si lo que queremos es mejorar la calidad de vida de las personas, la clave está en la productividad


Cuando se habla de superar la crisis hay dos enunciados que se repiten constantemente:

1. Necesitamos que la producción de la economía crezca (el PIB) para crear empleo

2. Necesitamos mejorar la productividad de los trabajadores para poder competir

Estas dos afirmaciones se suelen aceptar sin discusión. Pero hay un problema. El crecimiento del PIB se puede conseguir aumentando el número de empleos (sin aumentar la productividad) o aumentando la productividad de los trabajadores (sin aumentar el empleo o incluso disminuyéndolo).

La productividad del empleo es justamente el resultado de dividir la producción total por el número de empleados. Es decir, que cuanto más aumentamos la productividad menos trabajadores se necesitan para conseguir el mismo nivel de producción. Las empresas aumentan la productividad cuando despiden trabajadores. El aumento de la productividad destruye empleo.
El 10 % de los trabajadores pueden producir todo lo demás

Desde que se inició la revolución industrial la productividad del trabajo humano ha aumentado de forma espectacular. Esto es un gran logro. La productividad aumenta como consecuencia del deseo humano de vivir mejor y trabajar menos. Naturalmente queremos tener una vida más cómoda, reducir el trabajo penoso y peligroso. Es una aspiración legítima de cualquier persona inteligente, vivir mejor. Gracias a la aplicación del conocimiento en estos momentos un 2% de los trabajadores podrían producir todos los alimentos necesarios para la humanidad y un 10% de los trabajadores serían más que suficientes para producir todos los bienes materiales que necesitamos. 

Hasta finales del siglo XX los incrementos de productividad se habían centrado en la agricultura y la industria, pero en las últimas décadas está aumentando también de forma espectacular la productividad de los servicios. Piensen en el sector financiero. Su crecimiento ha sido enorme en las últimas décadas. Sin embargo compañías de seguros y bandos han reducido drásticamente el número de los empleados en el sector. La banca online hace lo mismo que la convencional con una décima parte de personal. Lo mismo está sucediendo en cualquier sector intensivo en trabajo administrativo gracias al uso intensivo de los ordenadores. Incluso la administración pública está aumentando su productividad y reduciendo el empleo.

Es verdad que han aparecido nuevos sectores productivos que requieren de nuevos empleos, pero esto no cambia la tendencia general al aumento de la productividad. Y esto es lo que cabe esperar en cualquier sector tradicional o nuevo.

En último término, la mejora de la calidad de vida de las personas depende de la mejora de la productividad, es decir, depende de que seamos capaces de producir más con menos. Por tanto, si queremos mejorar la condición humana desde el punto de vista económico hemos de fijarnos ante todo en la productividad. La clave está en la productividad, no en el crecimiento económico.

El crecimiento económico no es un objetivo deseable en sí mismo. En la historia de la humanidad el crecimiento económico aparece asociado a la mejora del bienestar y es por ello que nos parece deseable, pero el responsable último de la mejora del bienestar no es el crecimiento económico sino la mejora de la productividad. 

Asociamos crecimiento económico a bienestar, pero el crecimiento económico también puede tener efectos negativos. El crecimiento económico es como el colesterol, hay del bueno y del malo. Es bueno el crecimiento que proviene de la productividad (ser capaces de producir más con menos recursos), pero en un mundo de recursos limitados es malo el crecimiento que promueve el despilfarro de recursos escasos (producir más utilizando cada vez más recursos). 

El crecimiento económico puede descomponerse en dos fracciones. Una parte del crecimiento se consigue empleando más recursos (más trabajadores, más capital y en ultimo término más recursos naturales). La otra parte del crecimiento se consigue por la mejora de la productividad (gracias a nuevos conocimientos se puede producir más valor con los mismos o incluso con menos recursos). 

Las grandes tasas de crecimiento logradas durante el siglo XX se consiguieron con una mezcla de ambos componentes. Se ha multiplicado la utilización de recursos naturales, se ha multiplicado la población humana sobre el planeta como nunca antes y se ha multiplicado también las infraestructuras y la maquinaria. Y también se ha multiplicado la productividad gracias el incremento del conocimiento. Pero el uso creciente de recursos llevado a cabo durante el siglo XX no es sostenible. Al ritmo del siglo pasado no llegaríamos al siglo XXII. 

Afortunadamente el ritmo de crecimiento basado en el uso de recursos ha empezado a disminuir. En particular ha empezado a disminuir el crecimiento de la población humana. El gran reto que tenemos como humanidad, como ciudadanos del mundo en el siglo XXI, es encontrar el modo de mantener el crecimiento del bienestar haciendo un uso responsable de los recursos naturales. Esto sólo es posible si nos concentramos en lograr crecimiento del bueno, es decir, el basado en la mejora de la productividad mediante el uso del conocimiento. Por eso hablamos de la necesidad de cambiar el modelo de crecimiento para ir desde el modelo de economía basado en el trabajo humano hacia una economía basada en el conocimiento humano.

Hacia una economía basada en el conocimiento


Cuando hablamos de conocimiento nos referimos al basado en la experiencia y el aprendizaje. El que mayor potencial ha demostrado es el conocimiento de tipo científico, es decir, el que comienza observando la realidad para entenderla y a partir de la comprensión de la realidad ser capaces de hacer innovaciones. El conocimiento científico aplicado a la agricultura y a la industria ha creado innovaciones técnicas que han mejorado la productividad de forma asombrosa. Y poco a poco el mismo método de conocer se ha ido extendiendo a otros ámbitos. ¿Por que no extender este método también al ámbito de la gestión política y social? De hecho, ya viene ocurriendo desde hace tiempo, aunque en este ámbito el progreso es más lento. 

En los países con mayor tradición democrática y científica (ambas tradiciones suelen coincidir), hace ya tiempo que se empezaron a utilizar métodos de evaluación y análisis objetivo de la realidad social para mejorar el funcionamiento de las instituciones políticas y económicas. Son métodos lentos, pero implacables. Los resultados pueden tardar en llegar, pero cuando llegan es para quedarse. Así, hoy día contamos con mucha información estadística fiable sobre la población, la economía, los recursos... Tenemos modelos matemáticos que nos permiten predecir el crecimiento de la población o el comportamiento de la economía en función de las decisiones que se tomen hoy... Los modelos de conocimiento científico de la realidad social y económica siguen teniendo grandes limitaciones, pero mejoran año a año. A nuestro modo de ver, en el análisis de la historia del desarrollo económico no se ha prestado la suficiente atención a la innovación social y económica. Sin embargo, en las próximas décadas la innovación social puede ser un factor crítico para superar el reto al que nos referíamos antes y encaminar el desarrollo humano hacia la calidad de vida.

La institucionalización de la economía del crecimiento basada en el trabajo: el Estado del Bienestar y su crisis


A principios del siglo XX, en Europa, ya se habían creado máquinas sofisticadas y grandes innovaciones transformaban el mundo. Durante el siglo XX gran parte del trabajo físico realizado por hombres y animales va a ser sustituido progresivamente por motores movidos por energía eléctrica o combustibles derivados del petróleo. Pero el ritmo de innovación era relativamente lento si lo comparamos con el ritmo de innovación actual. Los productos y las infraestructuras se hacían para durar. Los  hombres empezaban a trabajar muy jóvenes, muchos empezaban todavía niños, y tenían una profesión para toda su vida. Además, había una clara división del trabajo por géneros. La mayoría de las mujeres se casaban pronto y tenían muchos hijos. La esperanza de vida no llegaba a los 50 años de edad. Y, un dato muy importante, la mayor parte de la producción se creaba y se consumía dentro de cada país. Hace solo 100 años de esto. En este contexto se extendió por Europa una innovación social reciente (se implantó por primera vez en Alemania entre 1983 y 1989) que ha sido determinante: los sistemas de seguridad social que son el origen del Estado del Bienestar. 

Mediante la Seguridad Social el Estado complementa el modelo privado de crecimiento económico basado en el trabajo. Por una parte asegura que los trabajadores sigan obteniendo rentas aunque no puedan trabajar en caso de enfermedad, incapacidad o vejez. Por otra parte asegura una función distributiva. Asegura que el dinero llegue a quienes no pueden obtener sus ingresos del trabajo. De este modo las transferencias del Estado juegan un importante papel en el mantenimiento del consumo de la demanda agregada de la economía. A lo largo del siglo XX se extienden también la educación pública obligatoria y los sistemas sanitarios públicos. Todos estos sistemas se fundamentan en el modelo de crecimiento basado en el trabajo. Y se financian con cargo al trabajo. 

La Seguridad Social se financia con cotizaciones que pagan trabajadores y empresarios. Aunque desde el punto del empresario ambas cuotas son un coste salarial, por lo que se puede decir que el coste recae 100% sobre los salarios. Adicionalmente los salarios son cargados con el impuesto sobre las rentas. Este sistema llego a su esplendor en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial llegando a denominarse al conjunto del sistema como Estado del Bienestar. 

Pero este sistema empezó a tener problemas en los años setenta. En parte debido a su propio éxito y en parte por los efectos positivos de la mejora del conocimiento. El éxito del sistema garantizando restas, sanidad y educación de forma extensiva propicia el crecimiento de la esperanza de vida (lo que le obligará a pagar pensiones durante mas años) y la incorporación de las mujeres al trabajo (que cada vez tienen menos hijos con la previsible reducción de población en próximas generaciones). Pero también por la aceleración de la innovación tecnológica y la "globalización". Es difícil separar unos efectos de otros porque se dan conjuntamente y se refuerzan unos en otros. El resultado de todos estos efectos es un tipo de estructura social muy diferente a la de hace 100 años. Y el sistema de Seguridad Social que funcionó muy bien durante décadas resulta disfuncional con la estructura social y económica de principios del siglo XXI. Necesitamos un nuevo modelo adaptado a las nuevas realidades. 

Los retos más importantes de un nuevo modelo de protección son los siguientes:

1. Debe ser capaz de hacer llegar ingresos suficientes a todos en un mundo en que los jóvenes permanecen mucho más tiempo educándose (en promedio hasta más allá de los 20 años) y se incorporan tarde al trabajo remunerado (muchos con más de 25 o 30 años). Además, va a ser raro que trabajen en lo mismo durante toda su vida laboral. Las profesiones aparecen y desaparecen en pocos años. Cada vez es más normal perder un empleo y necesitar aprender otro diferente. Incluso los que mantienen una misma profesión deben dedicar cada vez más tiempo a la formación para incorporar nuevos conocimientos.

2. Los hombres y las mujeres tienen los mismos derechos y las mismas capacidades. La pequeña ventaja física de los hombres ha desaparecido por completo en un mundo donde lo que tiene valor es el conocimiento y la capacidad de aprendizaje. Pero entonces es preciso encontrar también una solución al problema de la renovación demográfica.

3. Debe ser capaz de recaudar suficiente en un mundo donde la mayor parte del trabajo lo hacen las máquinas, no las personas. Si cada vez tenemos menos personas trabajando no es una buena idea que la mayor parte de los ingresos procedan de impuestos al trabajo.

4. La esperanza de vida es alta y va a seguir creciendo. Está aumentando mucho el número de personas mayores en buen estado de salud, pero también el número de personas mayores con problemas de dependencia que necesitan mayores cuidados.

5. La globalización ha llegado para quedarse. Ahora la mayor parte de los bienes de consumo de cualquier parte del mundo han sido producidos en cualquier otra. Esto es bueno. Pero nos obliga a estar en condiciones de competir en los mercados internacionales y en ese contexto los sistemas de bienestar tal como se concibieron hace 100 años son un lastre.

6. El medio ambiente y los recursos naturales están en riesgo y dan muestras de agotamiento. En los medios de comunicación se habla del calentamiento global o el posible agotamiento de combustibles fósiles como los mayores problemas, quizá porque parecen tener un impacto económico más inmediato. Pero podemos adaptarnos a eso. Lo que no tiene solución son los cambios irreversibles que significan la extinción masiva de especies biológicas con reducción de la biodiversidad o la acumulación de deshechos químicos y físicos de efectos imprevisibles que van a durar cientos o miles de años.

Diseñar un modelo capaz de conseguir todo esto al mismo tiempo es una tarea realmente difícil. Pero a estos 6 retos hay que añadir uno más, el de conseguir una transición desde el viejo modelo del Estado del Bienestar al nuevo modelo de garantía de la calidad de vida. Este proceso de transformación ya ha comenzado tratando de poner parches a los principales agujeros del sistema. Por ejemplo, ante las amenazas incontestables como el envejecimiento demográfico se han introducido reformas en los sistemas de pensiones que intentan alargar los periodos de cotización, reducir los niveles de prestaciones y favorecer que las personas mayores puedan trabajar más tiempo. Este tipo de reformas no van a resolver los problemas, aunque sí permitirán ganar algo de tiempo y concienciar a los jóvenes de que no pueden esperar jubilarse a la misma edad que sus padres y cobrar una pensión de jubilación elevada durante dos o tres décadas.

Los sistemas de Seguridad Social y el Estado del Bienestar están enfrentando serias dificultades. Y no es solo por la crisis económica reciente, las raíces de las dificultades del Estado de Bienestar son más antiguas. Por ello necesitan una transformación profunda. Los sistemas de Seguridad Social se financian mediante cotizaciones sociales, por ello deben restringir las prestaciones a quienes reúnen unos mínimos de cotización. Pero cada vez hay más grupos de población que no reúnen los requisitos. Los más perjudicados son los jóvenes que necesitan dedicar mayor tiempo a formarse aunque ni siquiera un buen nivel de educación les asegura encontrar un empleo homologable a los empleos que eran normales en el siglo XX. También están los desempleados que agotan su prestación o las mujeres que se ven forzadas a elegir entre tener hijos (pocos) o una carrera profesional y en general cualquier persona que no pueda acreditar un número suficiente de años cotizados. Dado que los sistemas de Seguridad Social financiados por cotizaciones no alcanzan a toda la población ha sido necesario crear sistemas asistenciales de último recurso a cuyas ayudas se puede tener acceso sin necesidad de haber cotizado antes, aunque normalmente se exige reunir toda una serie de requisitos bastante estrictos que incluyen demostrar que no se dispone de medios económicos y una disposición favorable al trabajo. El problema es que cada vez hay más personas que quedan excluidas del sistema de Seguridad Social y los sistemas de asistencia social no pueden atenderlos a todos. El resultado es que la pobreza y la desigualdad, después de haber disminuido durante décadas han comenzado a aumentar de nuevo. Y esto está sucediendo en los países más desarrollados de la Tierra. ¿Realmente no sabríamos hacerlo mejor?

Necesitamos un nuevo modelo de protección social adaptado a la economía del conocimiento


El nuevo modelo debería ser más robusto y ofrecer mejor respuesta a los 6 retos comentados anteriormente. El nuevo sistema debería ser capaz de:

1. Garantizar a todos los ciudadanos una renta básica de forma universal que les permita sobrevivir independientemente del trabajo de modo que las personas puedan dedicar los periodos en los que no tienen trabajo a formarse y puedan arriesgar su tiempo en proyectos de emprendimiento.

2. Las personas que tienen hijos y cuidan de ellos deben recibir también de la sociedad una renta básica por sus hijos ya que están contribuyendo al mantenimiento demográfico.

3. En una economía en la que cada vez mayor parte del trabajo lo realizan las máquinas, los impuestos sobre el trabajo no son la mejor base de financiación. Sería conveniente desplazar gradualmente la base de la financiación de los impuestos al trabajo hacia los impuestos al consumo, en concreto al IVA. Esto permitiría reducir las cotizaciones sociales y mantener los impuestos a la renta en niveles no excesivos.

4. La garantía de una renta básica debería extenderse hasta el final de la vida.

5. Con el sistema actual los países que tenemos una carga elevada de cotizaciones sociales e impuestos sobre el trabajo estamos en desventaja ya que nuestros productos de exportación llevan incorporados dichos impuestos y los países que no protegen a sus trabajadores tienen costes laborales más reducidos. Una solución obvia sería bajar los impuestos que gravan los salarios y elevar en la misma medida el IVA. Por una parte, el precio de nuestros productos de exportación bajaría y podríamos competir mejor, por otra parte, el IVA recae sobre todos los productos, incluidos los productos importados por lo que también dentro del nuestro propio país nuestro productos serían más competitivos.

6. Sin la presión de crear empleos a toda costa nos podríamos evitar las políticas de obras públicas innecesarias de corte keynesiano.

Por supuesto, el cambio de modelo no se puede hacer demasiado rápido. Existen muchos derechos adquiridos y cualquier cambio en el escenario económico de esta magnitud requiere plazos de reforma relativamente largos. Además, cualquier innovación de gran alcance conviene realizarla con prudencia. El conocimiento de tipo científico se adquiere de forma gradual, por ensayo y error, realizando experimentos y aprendiendo de ellos. Hace tiempo que deberíamos haber comenzado a experimentar. El tiempo perdido ya no se puede recuperar, pero esté en nuestras manos lo que podemos hacer a partir de ahora.

Rafael Pinilla

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