(Este artículo es el segundo de una serie de 4. Si quieres leer el primer artículo de la serie puedes pincuar aquí)
El coste de aplicación en España de un modelo de garantía de ingresos similar al del País Vasco supone, tal y como se pudo comprobar en la primera entrega, un gasto suplementario para las Administraciones Públicas de alrededor de 15.295 millones de euros.
El esfuerzo social que
implicaría movilizar esta cuantía en transferencias hacia la parte más
desfavorecida de la población puede parecer escaso a algunos sectores en
España, en especial a aquellos que defienden programas de aplicación de la
Renta Básica. Como veremos en entregas posteriores, el coste de introducción de
un modelo de Renta Básica, incluso basado en cuantías muy reducidas, por
ejemplo 426 euros por persona, resulta en efecto alrededor de cuatro veces
superior al requerido para aplicar un modelo de rentas mínimas similar al de
Euskadi.
Pero habrá probablemente también
grupos sociales, probablemente más numerosos y poderosos, que considerarán
elevado el esfuerzo que requiere pone en marcha el modelo vasco. En esta
entrega nos centramos en las alternativas e garantía de ingresos que podrían
suponer un menor gasto social añadido. Como en la entrega anterior,
se presentan los datos generales, sin entrar a un análisis detallado de las
implicaciones. Éstas se formularán en la entrega final de las serie.
Se plantean tres modelos
alternativos en esta entrega. En el primero de ellos, modelo A, se reduce la
cuantía base de garantía para una persona sola de 600 a 500 euros, ajustándose
proporcionalmente y a la baja la bonificación al empleo asociada. La aplicación
de este modelo, para personas sin actividad económica, implica un complemento
de 175 euros para la segunda persona del hogar y de 100 para las siguientes
(frente a 210 y 120 en el modelo más asimilable al vasco).
En el segundo modelo, modelo
B, se reduce la cuantía base para una persona sola a 426 euros, una cifra en
línea con el sistema de ayudas mínimas del Estado, por ejemplo en relación con
las nuevas ayudas a parados sin derecho a prestación o subsidio. La aplicación
de este modelo, para personas sin actividad económica, implica un complemento
de 150 euros para la segunda persona del hogar y de 85 para las siguientes. Se
mantiene el sistema de bonificación al empleo, de nuevo ajustado a la baja en
términos proporcionales.
En el tercer modelo, modelo
C, se mantienen las cifras base del modelo B pero con carácter general, sin
aplicar por tanto estímulos al empleo. Todas las unidades familiares accederían
al mismo nivel de recursos, tanto si tuvieran relación con el sistema
productivo como en caso contrario.
El coste de aplicación de los tres modelos permitiría una sustancial reducción del gasto en relación con la aplicación del modelo similar al vasco. En el modelo menos ambicioso, el C, el coste sería de 4.601,5 millones de euros, apenas un 0,48% del PIB. La aplicación de las cuantías previstas en el modelo C, pero en paralelo a la aplicación de un sistema de bonificación al empleo, llevaría el gasto suplementario a 5.840,9 millones de euros, un 0,60% del PIB. Una aproximación más cercana al modelo vasco, pero con cuantías mucho más moderadas, supondría gastar 8.487,6 millones suplementarios, un 0,85% del PIB. Se trata de una cuantía ya relevante pero bastante alejada del coste del sistema asimilable al de Euskadi.
La aplicación de estas vías
alternativas para la garantía de ingresos beneficiaría a Andalucía, comunidad
que recogería entre el 29,8 y el 33% del gasto suplementario a realizar (frente
al 27,7% asociados al modelo vasco). Pero también tendría un importante impacto
en la Comunidad Valenciana, con variaciones entre el 9,8 y el 10,9% del gasto
suplementario total.
Madrid y Cataluña recogerían
entre un 16,2% y un 19,8% del gasto, creciente conforme más generoso fuera el
sistema de garantías. Su participación se alejaría sin embargo del 21,5% de
participación vinculado a la aplicación del modelo Euskadi.
Canarias y Castilla-La Mancha
participarían, por su parte, con entre un 12,1 y un 12,6% del gasto. En las
comunidades del noroeste español, Galicia y Castilla-León recogerían entre un
11,3 y un 11,5% del gasto. En estas cuatro comunidades, así como en la
Comunidad Valenciana, Como en el caso de la Comunidad Valenciana, se trataría
de porcentajes cercanos a los asociados al modelo vasco.
En el resto de la zona
noroeste (Asturias, Cantabria, Rioja, Navarra y Euskadi), la participación
sería mínima, entre el 2,4 y el 3,1%, inferior incluso al 3,7% de aplicación
del modelo vasco. A una mejor social de estas zonas se unen sistemas
autonómicos de garantía de ingresos que cubren ya las necesidades de garantía
planteadas. El gasto suplementario de aplicación sería así muy reducido.
Luis Sanzo
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