Vídeo documental sobre la renta básica universal |
Prácticamente todos los países del mundo han firmado la declaración universal de derechos humanos, pero ¿cuantos de ellos han puesto medios eficaces para garantizar que todos los ciudadanos puedan defender sus derechos individuales? Tener un sistema judicial, como poder independiente a los otros poderes del Estado, al que todo ciudadano pueda recurrir para defender sus derechos de los abusos de otras personas o del propio Estado es básico. Pero antes de recurrir al sistema judicial los ciudadanos deben poder ejercer los derechos por sí mismos y derechos humanos fundamentales como el derecho a la vida y a la libertad pueden quedar vacíos de contenido si no garantizamos que las personas puedan procurarse razonablemente medios económicos para la subsistencia y para hacer frente a la coacción.
El derecho fundamental a la vida y a la libertad no consiste sólo en que no te maten. Es necesario también que las personas no estén sometidas a la amenaza latente de la pobreza. Es necesario que las personas puedan vivir libremente, es decir, que puedan tomar con libertad las decisiones más importantes sobre su propia vida. En una sociedad en la que el dinero se ha convertido en el medio general de intercambio la gente no puede ejercer sus derechos a la vida y la libertad sin un mínimo de dinero. El mercado funciona como una democracia donde la gente vota a favor de lo que necesita o le gusta comprándolo con su dinero. Cuando existe libertad de empresa (para producir) y libertad de consumo (para elegir), las decisiones de compra de los consumidores gobiernan adecuadamente la economía para que produzca todo aquello que es necesario o sencillamente deseado por los ciudadanos. Pero si una parte de la población no puede comprar lo que necesita estamos negando a esa parte de la población el derecho a votar qué debe producir el mercado. El mercado es un buen mecanismo para decidir qué debemos producir (mecanismo de asignación). En general el mercado es un mecanismo de asignación mejor que el Estado, descentralizado y democrático. Pero para que el mercado funcione como un mecanismo democrático para todos es necesario que todos tengan algo de dinero y puedan votar comprando.
El mecanismo del mercado funciona bien para decidir la producción de la economía, pero tiende a generar desigualdad y pobreza
Si no garantizamos de algún modo que todos los ciudadanos consigan el mínimo de dinero que es necesario para su supervivencia el mercado no funcionará correctamente como mecanismo de asignación. A las personas que no tienen dinero y no pueden comprar lo que necesitan el mercado no les sirve. Creo que hasta aquí casi todos estaremos de acuerdo. Y algunos dirán: bueno, el que quiera dinero no tiene más que trabajar, para eso está el mercado de trabajo. El problema del mercado de trabajo es que funciona igual que el mercado de bienes y servicios, pero en este caso no se trata de productos sino de personas. Si en el mercado de bienes producimos demasiado y nos sobran algunos productos ¿qué pasa? el precio de los productos sobrantes baja, y si no hay modo de colocarlos los tiramos a la basura, y no pasa nada. Pero en el mercado de trabajo aplica las mismas reglas a las personas. Si sobra gente que quiere trabajar... ¿les bajamos el sueldo y si no hay modo de colocarlos los enviamos al extranjero? Pues sí, así es como funciona. Quien defiende el mecanismo de mercado a ultranza está defendiendo esto. Pero quienes defienden esto no pueden pretender que no pase nada. Los productos no tienen derechos, las personas sí. Y el mecanismo del mercado de trabajo atenta contra los derechos de las personas (derecho a supervivencia, derecho a la libertad de residencia). El mercado de trabajo es un mal mecanismo de distribución de la renta porque no garantiza que todas las personas consigan el mínimo de renta que es necesario para vivir y ejercer sus derechos fundamentales.
El mecanismo de mercado conduce a una distribución de la renta que se concentra cada vez más en unas pocas manos y tiende además a dejar a muchas personas con muy pocos ingresos o ninguno. Es decir, el mecanismo de mercado tiende a generar una distribución de los ingresos muy desigual y no es capaz de acabar por sí mismo con la pobreza. No hay nadie que discuta esto. Por ello todos los Estados, incluidos todos los capitalistas, han creado mecanismos "redistributivos" que normalmente pasan por la intervención del Estado en algunas áreas.
Durante el siglo pasado se han ido generalizando los sistemas de Seguridad Social. La Seguridad Social se financia mediante cotizaciones sociales que recaen sobre empresas y trabajadores, es decir, se financia mediante un impuesto al trabajo. La Seguridad Social nació para asegurar que llegue dinero a los que no pueden trabajar por un motivo u otro (accidente de trabajo o enfermedad profesional, vejez, enfermedad enfermedad común, incapacidad, embarazo y maternidad, prestaciones familiares, etc.). Además, los Estados crean directamente empleo al realizar parte de la producción que el mercado no proporciona en suficiente cantidad (obras públicas, seguridad, educación, sanidad...). El empleo generado directamente por el Estado (empleados públicos) puede estar entre el 10 y el 20% de los puestos de trabajo y el empleo generado indirectamente por el Estado (Inversiones y compra pública) puede alcanzar fácilmente otro 20%. Los gastos del Estado se financian mediante impuestos que en teoría deberían ser progresivos (pagan proporcionalmente más los que más tienen). Así, a finales del siglo XX todos los países de la OCDE tenían un sistema de Seguridad Social relativamente fuerte y un presupuesto del Estado que en conjunto pueden estar manejando entre el 35% y el 50% de la economía. Es una intervención muy importante que se acompaña además de toda una serie de regulaciones sobre lo que se puede hacer en el sector privado como salarios mínimos, prohibición de trabajar a los jubilados, etc. Todos estos mecanismos se han creado suponiendo que de algún modo todo el que quiera trabajar encontrará un empleo. Pero en España no hemos tenido "pleno empleo" desde 1975... ¿Por qué no puede trabajar todo el que quiera? ¿por qué el mercado no está ofreciendo el mercado suficientes puestos de trabajo para que todo el que quiera pueda conseguir el mínimo de ingresos necesario para defender sus derechos individuales? ¿Las elevadas tasas de desempleo actuales son un efecto transitorio de la crisis o la escasez de empleos refleja una tendencia de fondo más general?
El empleo garantizado es imposible y además es indeseable
Ya hemos visto que el mercado por sí mismo no crea tantos empleos como para llegar a una situación de pleno empleo. Con ayuda del Estado se ha conseguido el pleno empleo en algunas épocas de gran crecimiento económico, pero cuando el ritmo de crecimiento baja no se puede mantener el empleo por lo que sólo se ha demostrado que el pleno empleo es posible, de forma transitoria, con ayuda del Estado para mantener tasas de crecimiento muy elevado.
Si observamos la historia económica de la humanidad parece evidente que el pleno empleo no ha sido la norma sino la excepción. Al menos si en el empleo como puestos de trabajo remunerado que producen ingresos suficientes para cubrir las necesidades básicas de una familia. Las estadísticas de empleo actuales son engañosas porque en la Encuesta de Población Activa una persona que haya trabajado una hora de forma remunerada la semana anterior a la encuesta se clasifica como "empleado". Esta forma de establecer la categoría de empleado es estándar en Europa y homologable al resto de países de la OCDE. El supuesto "pleno empleo" de EEUU no impide que una proporción significativa de los empleados (10-20% según estados) obtengan sólo ingresos por debajo del umbral de la pobreza. Y es preciso tener en cuenta que en EEUU existe un complemento salarial para los salarios bajos (el Earned Income Tax Credit) que puede suponer en algunos estados hasta el 50% del salario. Es decir, en EEUU los salarios bajos del sector privado están subvencionados por el Estado. Por cierto que este es el sistema que propone aplicar en España el nuevo partido Ciudadanos. Pero incluso con la subvención del Estado a los bajos salarios en EEUU existe una elevada proporción de "trabajadores pobres" y unos niveles de pobreza elevados que desmerecen los grandes logros que presenta en otros campos este gran país.
Por otra parte, existen varias experiencias a nivel internacional en las que se ha intentado conseguir el pleno empleo por la vía del empleo público directo: los países del área de la Rusia soviética, China en su etapa comunista, Cuba, etc. Con estos antecedentes resulta realmente anacrónico que alguien proponga el "trabajo garantizado" como alternativa a la renta básica universal para España en 2015. Sobre el complemento salarial garantizado para los salarios bajos vale la pena entrar a discutir sobre sus ventajas e inconvenientes en contraste con políticas de renta garantizada. Después de todo, el complemento a los salarios bajos reconoce la realidad: la tendencia de la economía de mercado es incapaz de generar suficiente número de empleos con una remuneración mínima adecuada. Por supuesto, la demanda de trabajo de las empresas es prácticamente infinita eso no es un problema, el problema es que la empresa privada no puede pagar más salario que el valor de mercado que producen los empleados. Reconocida esta realidad los EEUU --o en España Ciudadanos-- proponen como solución que el Estado subvencione los salarios bajos, que viene ser lo mismo que subvencionar a las empresas para que utilicen mano de obra barata en vez de destruir empleo sustituyendo mano de obra cara por maquinaria, que es lo que harían sin la subvención.
¿Quien puede creer hoy día que el Estado o la empresa pública va a ser capaz de crear suficientes empleos productivos para emplear a toda la población cuando la empresa privada no puede hacerlo? La verdad es que nadie lo cree porque no es posible. El Estado, al igual que la empresa privada, sólo puede crear un número limitado de empleos productivos. Y el Estado, como la empresa privada, debe intentar ser lo más eficiente posible para producir los bienes que debe producir. Es decir, debe intentar producir más con menos, ser más productivo. Y es lo que están haciendo, correctamente, todos los Estados modernos cuando incorporan las tecnologías de la información y agilizan los procedimientos administrativos, lo que en la práctica significa que el Estado puede hacer más trabajo con menos funcionarios. Es posible que se necesiten más funcionarios y más empleados públicos para realizar algunas tareas (policías, profesores, personal sanitario...), pero siempre será un número limitado cuyo crecimiento deberíamos mantener controlado. Proponer como estrategia de garantía de rentas el empleo público garantizado implica comprometerse a pagar a la gente un salario mayor que el valor de lo que producen y esto es totalmente indeseable por motivos económicos y éticos.
1. Desde el punto de vista económico, que el Estado pague a los empleados públicos más de lo que producen (más de lo que les pagaría el sector privado) es indeseable porque distorsiona el mercado de trabajo haciendo competencia desleal al sector privado y creando un sistema dual en el que los empleados públicos gozarían de un salario más alto y con mayor seguridad en el empleo que el que ofrece el sector privado. A corto plazo es malo, pero a largo plazo peor. El sector privado solo pagaría a los trabajadores muy productivos y el Estado tendría que ir absorbiendo a un número creciente de trabajadores improductivos mientras que los trabajadores realmente productivos del sector público tendrían fuertes incentivos para irse al sector privado. El resultado sería un Estado hipertrofiado, muy ineficiente y unos servicios públicos desastrosos.
2. Desde el punto de vista ético el trabajo garantizado no es más deseable de lo que pueda ser la esclavitud o la servidumbre. Significa que el Estado le dice a la gente "el que no trabaje, que no coma".
¿El que no trabaje que no coma? Afortunadamente ningún país de la OCDE sigue ya esta doctrina
La realidad es que nunca ha existido ni existirá una sociedad en la que todas las personas consigan sus ingresos por medio del trabajo. Por eso mismo resulta chocante la frecuencia con la que hoy día políticos y periodistas de todas las tendencias hablan del trabajo remunerado como si fuese la única fuente legítima de ingresos. El problema es que en cualquier discusión sobre el trabajo remunerado se suelen mezclar argumentos económicos con valores y creencias profundas. No se trata de un debate racional, se trata de cuestiones de fe. Estas creencias no son estúpidas, tienen su razón de ser histórica. En la antigüedad el trabajo duro lo realizaban los esclavos o los siervos. Pero una economía basada en trabajo esclavo o en la servidumbre es muy poco productiva. Tanto en la guerra como en el trabajo, el rendimiento mejora mucho cuando la gente cree que defiende su propio país o cuando cree que trabaja para sí mismo. El rendimiento de quien lucha o trabaja por algo en lo que se cree es muy superior al de quien lucha por miedo al castigo o al látigo. Nuestra civilización democrática y de garantía de las libertades debe mucho a la ética del trabajo.
La ética del trabajo se remonta al relato bíblico de la expulsión del hombre del paraíso: "te ganarás el pan con el sudor de tu frente". Esta idea fue remachada en el Nuevo Testamento por Pablo de Tarso (San Pablo) con esta frase lapidaria: "el que no trabaje, que no coma". Este principio nos suena bien, suena a un acuerdo social lógico para superar penalidades, que todo el mundo debe arrimar el hombro y el que quien no lo hace es un insolidario y debe ser castigado. Un pacto de camaradas. Hemos sido educados para que este principio nos suene bien. Comparado con la organización de la economía basada en la esclavitud de hace 2.000 años no hay duda de que se trata de un principio más que razonable. Pero, ¿hasta dónde queremos hacer llegar ese principio?¿Sigue teniendo vigencia hoy día? y suponiendo que siga en vigor ¿Por cuánto tiempo podremos mantenerlo?
En 2014, España tenía una población de 46,5 millones de personas y de algún modo todos ellos consiguían ingresos para sobrevivir. ¿Cuantos consiguen sus ingresos de su trabajo? Según la última encuesta de población activa a final de 2014 había en España 17,5 millones de ocupados. Ya hemos comentado que esta cifra incluye autónomos y trabajadores por cuenta ajena que en la semana anterior a la encuesta trabajaron al menos una hora a la semana de forma remunerada, de modo que en esta cifra hay personas que realmente no consiguen todos los ingresos necesarios por el trabajo, pero vamos a suponer que fuese así. El cálculo es sencillo, en España hay unos 29 millones de personas que consiguen comer sin trabajar. De algún modo estos 17,5% de ocupados (38% de la población) dan de comer al resto. Este 62% de personas que reciben ingresos sin trabajar de forma remunerada los consiguen de alguna de estas otras tres formas:
- Un 25% son niños o jóvenes a quienes mantiene su familia mientras estudian, ya sea porque son menores de edad (15%) o porque siguen estudiando o buscando empleo. Es decir, viven de transferencias de rentas directas de sus familiares.
- Un 18% son mayores de 65 años y disfrutan de una pensión de jubilación o de viudedad. Es decir, viven de transferencias de rentas proporcionadas por la Seguridad Social.
- Un 19% son adultos en edad de trabajar que no tienen empleo ni se encuentran en una edad en que parece lógico que pueda estar manteniéndoles su familia (no incluimos aquí a los jóvenes menores de 25 años no independizados, pero sí a los mayores de esa edad). Algunas de estas personas viven de su pareja, otras de prestaciones de desempleo o de tipo asistencial, otras de la ayuda de familiares.
Conclusiones provisionales sobre política de rentas por la vía del trabajo
- El mercado es un buen mecanismo para asignar medios materiales y trabajo a la produccion de los bienes y servicios que una sociedad necesita. Si se produce poco los bienes son escasos, su precio sube y las empresas producen más. Si se produce demasiado los precios bajan y en caso de sobrar se destruye, por lo que las empresas se acaban adaptando a producir menos.
- El mercado de trabajo funciona igual que el mercado de bienes, pero las personas no pueden ser tratadas como los bienes. Si hay poca oferta de trabajo suben los salarios y aumenta el empleo. Esto nos parece bien a todos porque las personas tienen derechos que corren el riesgo de ser vulnerados. Si hay más oferta de trabajo que demanda bajan los salarios y si los salarios no bajan lo bastante aumenta el desempleo y la gente se ve forzada a emigrar. Esto no nos parece bien a casi nadie. El mercado de trabajo es eficiente, pero los resultados de distribución que produce no nos gustan: concentración de ingresos, desigualdad creciente y pobreza.
- Una solución provisional que puede funcionar es que el Estado subvencione los salarios bajos, lo que reduce el coste de las empresas. Las empresas pueden mantener el empleo que de otro modo sustituirían por máquinas o tecnología. La parte buena de esto, a corto plazo, es que mantienen el empleo. La parte mala, a medio y largo plazo, es que tienen menos incentivos para mejorar la productividad.
- El empleo garantizado es sencillamente una mala idea tanto desde el punto de vista económico como ético. Es anacrónico, económicamente imposible de alcanzar y todavía más insostenible. Y desde el punto de vista ético se parece demasiado a la esclavitud o a algún tipo de servidumbre que nadie queremos. No vale la pena perder mucho tiempo escribiendo sobre esto.
Ya hemos visto que en todos los países de la OCDE la mayoría de las personas no vive de su trabajo sino de transferencias de renta. ¿Y si el Estado en vez de tratar de asegurar que todo el mundo tenga un trabajo tratase de garantizar sencillamente que todo el mundo tenga una renta tanto si trabaja como si no? En el próximo artículo argumentaremos las ventajas en el corto y el medio plazo de que un Estado moderno reforme sus políticas de rentas para caminar hacia un sistema de garantía universalista y desligado del empleo. Veremos que económicamente puede ser mucho mejor. Tanto en el corto plazo como --sobre todo-- en el largo plazo. Y que desde el punto de vista ético está perfectamente alineado con la garantía de los derechos humanos fundamentales.
Rafael Pinilla